Hombres-lobo
Tú no pareces un lobo.
Aunque eres fuerte, valiente
y nacido en estos
montes
nunca te hemos oído
aullar.
Me ha encargado la
jauría,
porque soy un lobo astuto
y entiendo mucho de
todo,
que te venga a
criticar.
Sí, soy lobo aunque no aúllo.
Yo no espanto a los rebaños.
Casi no saben que existo.
Yo me dedico a cazar.
Comed esa oveja vieja
que medio muerta y perdida
encontré cuando vagaba.
Y un queso que le he cogido,
cuando soñaba despierto,
de su zurrón, a un zagal.
Me llevo bien con las lobas.
Entienden bien los susurros.
A las lobas no les gusta
oír a su lado aullar.
Y a aquellos jóvenes lobos
sin darles un solo grito
rastreando sin hacer ruido
les he enseñado a cazar.
No atacamos los rebaños
Es una riqueza fácil.
Prefiero que cacen corzos
rebecos y jabalís.
Y a la vez que se defiendan,
que valoren lo que tienen
y sepan sobrevivir
Nos comemos lo que
cazas.
Te sobra hasta para
dar.
Pero si eres un buen
lobo
lo tienes que
demostrar.
Sigues siendo un mal ejemplo
para esos lobos
pequeños,
que, por cierto, en
el pelaje
se parecen mucho a ti.
Un lobo que nunca aúlla
no se puede consentir.
Este lobo es muy
extraño.
Caza, seduce y enseña
sin necesidad de
aullar.
Con un ojo medio
abierto
duerme cerca de la entrada
de la cueva, donde
todos
dormimos sin vigilar
Es cierto que nos
evita
que tengamos que
cazar.
Con las piezas que
nos trae
nos dedicamos a
aullar.
Las lobas, ni nos
escuchan.
Queremos impresionar.
Aquella noche corearon
aullidos de frustración
ni ellos mismos tras
el canto
ebrios de envidia y
sinergia
se pudieron aguantar.
Rodearon al
silencioso.
Le dieron muerte, entre
todos
peleándose por su
carne.
Y a varios jóvenes lobos
que no quisieron
aullar.