miércoles, 21 de mayo de 2014

Hombres-lobo

Hombres-lobo


  
Tú no pareces un lobo.
 Aunque eres fuerte, valiente
y nacido en estos montes
nunca te hemos oído aullar.

Me ha encargado la jauría,
porque soy un lobo astuto
y entiendo mucho de todo,
que te venga a criticar.

  
Sí, soy lobo aunque no aúllo.
 Yo no espanto a  los rebaños.
Casi no saben que existo.
Yo me dedico a cazar.

Comed esa oveja vieja
que medio muerta y perdida
encontré cuando vagaba.
Y un queso que le he cogido,
cuando soñaba despierto,
de su zurrón, a un zagal.

Me llevo bien con las lobas.
Entienden bien los susurros.
A las lobas no les gusta
oír a su lado aullar.

Y a aquellos jóvenes lobos
sin darles un solo grito
rastreando sin hacer ruido
les he enseñado a cazar.

No atacamos los rebaños
Es una riqueza fácil.
Prefiero que cacen corzos
rebecos y jabalís.
Y a la vez que se defiendan,
que valoren lo que tienen
y sepan sobrevivir


Nos comemos lo que cazas.
Te sobra hasta para dar.
Pero si eres un buen lobo
lo tienes que demostrar.


Sigues siendo un mal ejemplo
para esos lobos pequeños,
que, por cierto, en el pelaje
 se parecen mucho a ti.

Un lobo que nunca aúlla
no se puede consentir.


Este lobo es muy extraño.
Caza, seduce y enseña
sin necesidad de aullar.
Con un ojo medio abierto
duerme cerca de la entrada
de la cueva, donde todos
dormimos sin vigilar

Es cierto que nos evita
que tengamos que cazar.
Con las piezas que nos trae
nos dedicamos a aullar.
Las lobas, ni nos escuchan.
Queremos impresionar.


Aquella noche corearon
aullidos de frustración
ni ellos mismos tras el canto
ebrios de envidia y sinergia
se pudieron aguantar.
  

Rodearon al silencioso.
Le dieron muerte, entre todos
peleándose por su carne.
Y a varios jóvenes lobos
que no quisieron aullar.


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